De participios y gerundios (Miguel Martínez)
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Aquellos que conocen bien a un servidor saben de su exigencia para con los demás en lo que al correcto uso del idioma se refiere, reconociendo que no pocas veces pueda resultar cansina, e incluso poco elegante, su asidua afición a corregir a quienes le rodean cuando emplean una palabra o expresión de forma inadecuada.Y es que, por más que lo intenta uno, evitarlo es superior a sus fuerzas y acaba siempre por sentir la irrefrenable necesidad de rebelarse ante empleos incorrectos –cuando no incoherentes- del lenguaje. Así, por poner varios ejemplos es difícil asistir impasible ante la desacertada utilización de expresiones tan manidas como “bajo mi punto de vista” en vez del correcto “desde mi punto de vista”, pues resulta evidente que si alguien se sitúa bajo su propio punto de vista no verá absolutamente nada, o las no menos recurrentes y redundantes de “hijo primogénito” que ya sabrán ustedes que el vocablo primogénito significa por sí solo primer hijo; o “a groso modo”, utilización incorrecta de la expresión latina “grosso modo” que ya ella solita, sin la preposición delante, significa “a grandes rasgos”, redundando así dicha utilización -innecesaria e incorrectamente – en el empleo de la preposición; o la expresión especialmente desconcertante, que utilizan algunos, cuando quieren significar un cambio total en sus acciones o actitudes, al afirmar que se proponen “dar un giro de 360 grados”, lo cual inevitablemente les llevará a dar la vuelta completa para volver a encontrarse, inexorablemente, en el mismo punto de partida.
Podría seguir con un buen número de expresiones que suelen utilizarse de forma inapropiada incluso en la prensa, las cuales, por motivos que quien les escribe no alcanza a comprender, le hacen saltar como una pulga hiperactiva obligándole a rectificar de inmediato a su interlocutor, por mucho que en incontables ocasiones un servidor se haya dicho que más vale quedarse con la boca cerrada y parecer idiota que abrirla y despejar dudas, que a buen seguro así es como más de un interlocutor debe haber calificado para sus adentros a quien les habla tras sus insistentes rectificaciones, que es más que probable que esas correcciones no resulten del agrado de la mayoría de quienes las oyen.
Y cuando más dispuesto estaba a someterme a algún tipo de milagrosa terapia psicológica encaminada a mantenerme callado e inmune ante expresiones y palabras impropias, resulta que deja un servidor de sentirse un bicho raro irredento - siempre beligerante ante el relajado y poco riguroso verbo de algunos- al comprobar cómo los insignes académicos de la RAE cojean del mismo pie que quien les escribe, hasta el punto de leerle la cartilla al mismísimo Zapatero cuando rechazan su propuesta para que se sustituya en la Constitución el término "disminuido" por el de "discapacitado", y ello por considerar éste último aún más negativo que el primero, ya que, según manifiesta el académico Valentín G. Yebra, el vocablo “disminuido” significa tener rebajadas las capacidades, mientras que el de “discapacitado” expresa no tener ninguna capacidad, según (dice él) figura en el diccionario de la RAE.
Correré un estúpido –que no tupido- velo sobre el hecho de que el diccionario en su última edición contradiga las palabras del académico, pues define el vocablo “discapacitado” textualmente como “que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas”, de lo que se desprende que en los casos en los que la actividad esté sólo entorpecida (pero no impedida), sí tenga alguna capacidad, aunque no de forma plena. Y digo lo del velo porque mucho se guardará de poner en duda este pobre aprendiz de columnista la interpretación de un académico al que ni tan siquiera tiene el gusto de conocer, pero seguro que un malpensado tendría clarísimo que si la voluntad de sustituir “discapacitado” por “disminuido” hubiese partido de -pongamos por caso- Rajoy, ese académico -y los otros que han aparecido para denunciar tamaño atentado para con la lengua- se hubiesen mantenido ocupados en otros quehaceres menos mediáticos.
De todas maneras, aunque detrás del velo al que antes me refería, me solidarizo con todos los incomprendidos que no pueden evitar rectificar a quienes se expresan de forma incorrecta -o que, desde su ignorancia particular (como probablemente sea el caso de un servidor de ustedes) consideren incorrecta-, que, aunque mis queridos reincidentes no lo crean, tiene su trascendencia expresarse de forma precisa. Vean si no el botón de muestra que les ofrezco esta semana y que evidencia la importancia de utilizar adecuadamente el participio y el gerundio, tal como enunciara nuestro distinguido premio Nobel, don Camilo José Cela, cuando afirmaba que “no es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, de la misma manera que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?Id=2688
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